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La deuda es con nosotras

POR CELINA MÉNDEZ, FUNDACIÓN METROPOLITANA – La persistencia de las fuertes desigualdades que atravesamos las mujeres impulsan el reclamo para pedir cambios sistémicos. Uno de los más importantes es la división del trabajo de cuidados no remunerado.

Los cuidados son actividades necesarias para la supervivencia de las personas que incluyen el cuidado propio, las precondiciones del mismo (es decir, la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos), y la gestión del cuidado (la coordinación de horarios, traslados, etc). Estas tareas atienden principalmente a ciertos colectivos, niños y niñas, personas mayores, enfermas o con discapacidades, pero se hace extensivo al conjunto de la población.

El cuidado garantiza un derecho básico, y cumple una importante función social: la reproducción de la fuerza de trabajo y la generación de las condiciones necesarias para que las personas aprendan y desarrollen habilidades para desempeñarse en el mercado laboral. Todos estos cuidados representan tiempo y dinero, se ha calculado que en Argentina la contribución del trabajo de cuidado no remunerado es del 24,3% del PBI.

La responsabilidad de los cuidados, en teoría, recae sobre lo que se conoce como el “diamante del cuidado”, es decir, sobre cuatro actores: la familia, el mercado, el sector público y el tercer sector. Sin embargo, en la práctica los cuidados son, la mayoría de las veces, asumidos por la familia y, dentro de la misma, por la mujer. En Argentina, mientras que el 90% de las mujeres realizamos actividades domésticas y de cuidado, en los varones esa cifra es de solo el 58%. A esto se le suma el hecho de que las mujeres le dedicamos el doble de tiempo que los varones (6,4 horas frente 3,4).

Esta situación afecta la inserción laboral de las mujeres, ya sea a través de un retiro parcial o total del mercado de trabajo, o con lo que se conoce como la doble jornada laboral (una remunerada, y otra no, donde la segunda es invisibilizada sobre la existencia de vínculos afectivos que disfrazan estas tareas como “actos de amor”). De este modo, en Argentina la tasa de empleo de las mujeres es del 44% mientras que la de los varones es del 64%.

Además, las tareas de cuidados también se realizan en hospitales, escuelas, geriátricos y organizaciones comunitarias, donde las mujeres están sobrerrepresentadas. Por ejemplo, según datos del tercer trimestre de 2019 de la EPH, el 76% de los trabajadores de educación, y el 97% de los trabajadores servicio doméstico son mujeres.

Frente a este panorama, se hace imperioso trabajar en un cambio de paradigma, donde haya una verdadera corresponsabilidad entre las cuatro aristas del diamante. Se debe salir del esquema en el que se descansa sobre la base de arreglos familiares, o el poder de compra en el mercado (lo cual profundiza otras desigualdades), para virar a un esquema en que el Estado pise fuerte como garante de un sistema de cuidados de calidad que incluya a todas y todos.

Argentina cuenta con varias políticas aisladas en el tema de cuidados, pero estas están desarticuladas y refieren a algunos grupos específicos. Se debe crear un Sistema Nacional de Cuidados capaz de coordinar de forma transversal los programas ya existentes, y de generar nuevos allí donde haga falta. Un ejemplo de ello puede ser trabajar sobre la primera infancia. En el país, en términos de cobertura educativa, solo el 21% de los niños y niñas de 0 a 3 accede a servicios educativos o de cuidado, y la tasa de escolarización de niños y niñas entre 45 días y 2 años es de 5,3%, con una cobertura pública del 35%. A su vez, el Estado puede promover la incorporación del trabajo de cuidados al mercado formal de trabajo, como una profesión reconocida, impulsando la oferta laboral y de formación.

Sin embargo, esta tarea no compete únicamente al Estado, este debe trabajar junto con las empresas y la sociedad civil. Para ello, las empresas y las organizaciones del tercer sector pueden apostar a realizar políticas de cuidado como licencias parentales, lactarios, centros de cuidado infantil, flexibilidad horaria, teletrabajo, políticas de mentoreo y autodiagnósticos sobre esta temática.

Esto abrirá paso a nuevas estrategias familiares, donde además de distribuir más equitativamente al interior (con mayor participación de los varones en el hogar) se reducirán las necesidades que debe cubrir la familia. Todo ello debe ir acompañado por un cambio cultural.

Hoy en día los cuidados están en crisis debido a los cambios que se produjeron en las sociedades en los últimos tiempos: el envejecimiento de la población, los cambios en los modelos de familia, la mayor participación de las mujeres en el mercado de trabajo, entre otras. Todo eso se está viendo enfatizado por la reciente problemática de la pandemia y el aislamiento social obligatorio.

Esta crisis abre la puerta a nuevas configuraciones y escenarios, donde es fundamental abrir debates e intercambios multisectoriales para planificar participativamente la nueva distribución de cuidados, una que sea capaz de abrir paso a la autonomía de las mujeres, saldando la deuda que existente, y sin dejar a nadie atrás.