POR MARINA WERTHEIMER – Síntesis de las iniciativas que buscan posicionar a los actores del tercer sector frente a una Cumbre que, a lo largo de veinte años de trayectoria, no logra imponer los objetivos acordados en un primer momento.
Se acerca el 2012 y en la agenda internacional talla con fuerza la Cumbre Río+20, que se desarrollará en Brasil del 4 al 6 de junio para tratar los problemas ambientales mundiales. En nuestro país, las actividades preparatorias ya comenzaron, la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN) realizó el taller preparatorio “Participá en Río+20”, con el apoyo de Avina y el PNUD. También se llevó a cabo recientemente la cumbre de jóvenes en Capilla del Monte, Córdoba, organizada por Tierra Vida. Y en el próximo Foro Metropolitano, que se realizará el 9 y 10 de noviembre en la Universidad Nacional de La Matanza, el tema tendrá un lugar destacado. Síntesis de iniciativas que buscan posicionar a los actores de la sociedad civil frente a una Cumbre que, a lo largo de veinte años de trayectoria, no logra imponer los objetivos acordados en un primer momento.
Su nombre completo es Conferencia de Naciones Unidas sobre Desarrollo Sustentable. Es una iniciativa de Naciones Unidas para que los países miembro establezcan compromisos sobre el cuidado medioambiental. Veinte años después del primer encuentro –que tuvo lugar en 1992, también en Río de Janeiro– y diez más tarde del segundo –cumbre de Johannesburgo–, el escenario internacional ha cambiado, y evaluar los avances en el cumplimiento de los objetivos que se desprendieron de aquella primera reunión resulta un ejercicio difícil.
Los antecedentes
La Cumbre de la Tierra, que tuvo lugar en Río en 1992, dio origen a tres convenciones principales, relacionadas al desarrollo sostenible. En primer lugar, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático que derivó en el protocolo de Kyoto en 1997. Es el primer tratado internacional que tuvo como objetivo la reducción de las emisiones de gas con efecto invernadero y se basó en la idea de una responsabilidad diferenciada entre países industrializados y los países del Sur. En segundo lugar, la Convención sobre la Diversidad Biológica, que se propuso el uso sostenible de los elementos de la diversidad biológica y el reparto equitativo de los beneficios que se derivaran de la explotación de los recursos genéticos. Por último, la Convención sobre la Lucha Contra la Desertificación para los países afectados por sequía grave o desertificación, en particular en África.
“Río ’92 no fue cualquier reunión. Hubo aproximadamente 140 presidentes y, de los principales países, estuvieron todos. Fidel Castro, Bush Padre, François Mitterand, Michel Camdessus (del FMI) y el Dalai Lama. Fue una reunión con convocatoria amplia, intensa y comprometida con el desarrollo y el medioambiente. Que hayan asistido estas figuras, muestra la importancia que se asignó al medioambiente y realmente hubo un espíritu positivo que buscó ponerse de acuerdo”, recuerda el Ingeniero Ariel Carabajal, director académico del Centro Tecnológico para la Sustentabilidad de la Universidad Tecnológica Nacional.
Sin embargo, tal como señalan Geneviève Azam y Michael Löwy en su artículo “Movimiento Altermundista y desafíos de Río+20”, casi veinte años después de esta primera cumbre, “la crisis ecológica se profundizó en todas sus dimensiones, en tanto que las desigualdades sociales se hicieron cada vez más profundas en las sociedades y también entre distintas sociedades”.
“La situación está empeorando, no mejorando. De Río en el ’92 hasta ahora, pasando por Johannesburgo y cumbres intermedias como Copenhague, no fuimos capaces de ponernos de acuerdo para amenguar el problema del cambio climático. Argentina tiene una posición incorrecta: es un bajísimo emisor de carbono en la atmósfera y actúa como un grande, porque no traspasa responsabilidades y acepta programas de reducción como si fuese un gran productor. Y tampoco ejerce presión sobre los grandes productores de carbono, que no están logrando reducir la contaminación. Esto es, más bien, el anti-desarrollo sostenible”, opina Carlos Reboratti, geógrafo e investigador del CONICET y de la Universidad de Buenos Aires.
Mirando hacia Río+20
Teniendo en cuenta los modestos éxitos que hasta ahora han cosechado los acuerdos que se desprendieron de la Cumbre de la Tierra, para 2012 Río+20 se propone renovar los compromisos políticos con el desarrollo sostenible iniciados en 1992, evaluar el grado de avance en los objetivos acordados en ese entonces y, en base a eso, redefinir nuevos desafíos a partir de un nuevo contexto mundial. Como temas específicos para esta cumbre se destacan la implementación de un marco institucional que favorezca el desarrollo sostenible y economía verde en el contexto de la erradicación de la pobreza. La economía verde “es un término ambiguo” –en palabras de Ariel Carabajal– que alude a muchas nociones, entre las que puede destacarse la economía ecológica, una rama de la disciplina madre que considera un balance sobre los recursos consumidos, introduciendo nociones provenientes de la física, la química y la termodinámica en el análisis económico y social a fin de calcular el consumo de fósiles en la producción.
En nuestro país, la ONG Tierra Vida organizó, entre el 28 de septiembre y los primeros días de octubre, un encuentro de jóvenes en Capilla del Monte (Córdoba) con el objetivo de llevar propuestas a la cumbre de Río. Junto a otras organizaciones internacionales juveniles, impulsan el proyecto “Camino a Río+20” a fin de “incidir en los resultados de la Conferencia, asegurando una participación juvenil fuerte y articulada tanto en el proceso previo como en el desarrollo de la misma”. En ese sentido, Camino a Río+20 busca movilizar a los jóvenes en torno al desarrollo sustentable, para que la cumbre no quede en iniciativas formales de los gobiernos, dando un sustento participativo de sectores de la sociedad civil.
Por su parte, la ONG Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), con el apoyo de la Fundación AVINA y el PNUD, organizó el Taller “Participá de Río+20” en el que se elaboraron recomendaciones para la elaboración del documento país que se presentará el 1 de noviembre de este año. Representantes del sector gubernamental, académico, cámaras sectoriales, organizaciones y sindicatos analizaron el contexto internacional y abordaron los temas propuestos para Río+20.
María Eugenia Di Paola, directora ejecutiva de la Fundación, realizó una evaluación sobre los veinte años transcurridos desde la primera cumbre, y señaló que: “se han observado avances en el marco institucional ambiental con participación de la sociedad civil, pero existen grandes déficits en la implementación, los cuales se agravan frente al incremento de la presión sobre los recursos naturales que presenta el modelo de desarrollo hegemónico, que no incluye la sustentabilidad social, ambiental y económica en su lógica de crecimiento”.
El Foro Metropolitano es el evento anual de la Fundación Metropolitana, y este año se desarrollará los días 9 y 10 de noviembre en la Universidad Nacional de La Matanza. El programa prevé un espacio destacado para abordar el tema, durante la segunda jornada, donde se dará cuenta de ambas experiencias y especialmente del documento elaborado por la FARN, con la presencia de Di Paola y Daniel Tomassini, coordinador del área de ambiente y desarrollo sostenible del PNUD. La mesa será presentada por el Dr. Carlos Zaballa, consejero de la Fundación Metropolitana. La inscripción al Foro es libre y gratuita y puede realizarse a través de www.forometropolitano.org.ar
El concepto de desarrollo sustentable: usos y límites
En su libro “Ambiente y Sociedad: Conceptos y relaciones”, Carlos Reboratti explica que la definición más difundida sobre el desarrollo sustentable –o sostenible– lo entiende como un crecimiento económico que no degrade los recursos ambientales de los que depende el actual y futuro crecimiento. Pero, señala, “en la mayoría de los trabajos sobre el tema, la sostenibilidad se refiere todavía exclusivamente a la relación de la sociedad con los recursos naturales o con el medio ambiente, dejando de lado las características de esa sociedad. El desarrollo se entiende como un sinónimo de progreso y se hace más digerible porque se lo correlaciona con los límites ‘naturales’ expresados en el concepto de sostenibilidad”.
“La tendencia actual –explica Carabajal– es a que cada uno consuma más. Para aumentar la productividad se usa más energía, más materiales y se generan más residuos, lo que provoca un desequilibrio creciente entre el desarrollo y el medioambiente”.
Por eso, para Michael Löwy y Geneviève Azam, los límites a este tipo de iniciativa provienen desde los propios términos en los que está formulado el problema: “Está demostrado que el desarrollo resulta globalmente inviable: la perdurabilidad de las sociedades es incompatible con las políticas preconizadas al unísono por el Banco Mundial y el FMI, por la OMC, y más globalmente con un modelo de sociedad centrado en la rentabilidad a corto plazo y en la expropiación masiva de los bienes comunes”.
No esperar la decisión de los Estados
Como señalan Gustavo Marin y Arnaud Blin, de la Fundación Charles Léopold Mayer y Foro por una Nueva Gobernanza Mundial -FNGM- en su documento “Propuestas para un proyecto ciudadano”, es importante alentar la dinámica de redes no oficiales que “luchan por abrir un espacio para los ciudadanos del mundo sin esperar la decisión de los Estados”.
Desde el Comité Facilitador de la Sociedad Civil para Río+20 de Brasil, se está organizando la “Cumbre de los Pueblos Río+20 por la justicia social y ambiental”, independiente de la organizada por la de las Naciones Unidas. Como punto de partida, toman el “empeoramiento en las últimas décadas de la situación medioambiental en todo el mundo, el aumento de la pobreza y de las desigualdades sociales”. Y buscan influir en el proceso de toma de decisiones de la ONU, poniendo de relieve otros puntos de vista basado en la experiencia de las conferencias y debates que se organizaron después de La Cumbre de la Tierra de 1992, como el Foro Social Mundial de Belem de 2009, entre otros.
El 2012 encuentra al ámbito internacional con nuevos planteos sobre los alcances y límites de los resultados esperables de una cumbre ambiental, que ya empezaron a trabajarse en conjunto con el tercer sector, esfuerzos de los que fundaciones como FARN, Avina, Tierra Verde y la Fundación Metropolitana forman parte. La convocatoria de Naciones Unidas a la próxima cumbre de Río reconoce el estancamiento de los procesos de negociación internacional desde hace diez años en materia de políticas para contener el cambio climático. Por eso, para la próxima reunión, se destaca el llamado al diálogo con los pueblos y a una participación de la ciudadanía y de la sociedad civil, además de los estados, como clave para mantener y depositar las esperanzas de cambio.
Marina Wertheimer