POR PEDRO DEL PIERO, PRESIDENTE FUNDACION METROPOLITANA – Las pestes que se llevaron más de un tercio de la población, fueron antecedente decisivo para que en pocas décadas se implantara en Buenos Aires la red de saneamiento mas completa, moderna y eficiente del mundo occidental para la época. Corría la década del setenta del siglo diecinueve cuando médicos, sanitaristas, ingenieros e hidráulicos, respondiendo al estrago, planificaron el tendido de ductos para agua corriente y cloacas, tomas y estaciones de bombeo, a lo que sumaron una eficiente prestación de este servicio, tributario directo de la salud pública de miles y luego millones de porteños y bonaerenses. Pudo ejecutarse, gracias a los cuantiosos recursos provistos por el Gobierno Federal que, obligado por el desastre y más allá de las irregularidades en su administración, llegaron oportunamente.
De este antecedente remarcamos: planificación, inversión y gestión eficiente, por su paralelo perfecto con las demandas de la cuestión ferroviaria en el área metropolitana Buenos Ares. Es triste verificar también coincidencias de antecedentes luctuosos, aunque, por nuestra permanente actitud de ver el vaso medio lleno, confiamos que se tomará debida nota y en pocas décadas tendremos un sistema de trenes de cercanías de calidad en La Gran Buenos Aires, como nos merecemos quienes la habitamos.
Hasta aquí la propuesta, que podrá considerarse poco original y casi obvia, pero que pasamos a fundamentarla con la protesta que nos surge desde las vísceras ante el sinsentido de tantas vidas perdidas en pleno siglo XXI, en una Argentina con recursos, inteligencia, en desarrollo y reconstruyendo su proyecto de Nación.
Uno. Es insuficiente la planificación, si sigue pendiente una revisión profunda del esquema de concesiones de los servicios de transporte realizadas durante los noventa. Puntualmente para el caso que nos ocupa, el servicio ferroviario debe ajustarse a estrictos estándares técnicos y profesionales, con los debidos controles y la incorporación de nuevas tecnologías. Hoy, parecería que los derechos adquiridos de los concesionarios estarían por encima de la seguridad de los usuarios.
Dos. Es cierto que hay progresión exponencial de inversión, pero medida frente a la nada; si la analizamos frente a una cobertura de servicio razonable, venimos corriendo de atrás. Hay que poner más recursos y con más velocidad para estar a tono con las demandas y con los tiempos que corren. Y hay que ponerlos bien, con criterio, con planificación en el corto, mediano y largo plazo y con control.
Tres. La gestión de la movilidad, del transporte público de personas, no debe ser más un rompecabezas de partes y partecitas. Hay modos de transportar pasajeros y hay responsables de gestionarlos, públicos y privados, que deben integrarse. Porque cuando los modos y los responsables se integran no hay mas alterativa que recurrir a la profesionalidad para que el sistema funcione por racionalidad y no por conveniencias. ¿Qué conveniencias? Las de la política y las de los negocios: «…porque quiero más poder no comparto lo que debemos gestionar juntos…», «… porque quiero más plata en mi bolsillo no la destino al mantenimiento, total nadie me controla y si aparecen veré de coimear…»
Hoy, como nunca, el Gobierno Federal está en condiciones de conducir una sólida y coordinada política para la cuestión ferroviaria del área metropolitana Buenos Aires y debe hacerlo. Porque tiene poder político, que es fundamental. Igual que los gobiernos de la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma, que transitan sendos mandatos con legitimación electoral y con experiencia de gestión, lo que debería posibilitar la correcta identificación de los problemas y sus causas, así como las soluciones y decisiones a tomar. Los trenes y la gente esperan, manos a la obra.
Es necesario para que no siga muriendo gente y no sólo en el Sarmiento. Este accidente podría haber ocurrido perfectamente en Retiro porque TBA es la misma en todos los ramales. No se trata de ricos o pobres, se trata de hacer las cosas bien para todos. Si ello ocurriera seríamos un país normal, como nos merecemos.