Por Gastón Urquiza – Director Ejecutivo Fundación Metropolitana
Estamos ante la cuarta revolución industrial. Las nuevas tecnologías impactan en el desarrollo de las grandes ciudades y en la forma de vida de sus habitantes. Los avances producidos nos proponen desafíos a la hora de pensar dos dimensiones fundamentales de nuestra vida: la educación y el trabajo.
En la cuarta revolución industrial, el conocimiento o la información, insumo fundamental de todos los modelos de desarrollo, cumple dos funciones. Ya no es sólo un medio para mejorar la productividad, sino también para multiplicarse a sí mismo, para generar nuevo conocimiento.
En el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) vive aproximadamente el 37 % de la población nacional (16 millones de personas) y se produce el 48% del PBI. La región fue el epicentro del proceso de sustitución de importaciones del país durante la primera mitad del siglo XX, lo que la terminó de consolidar como el centro económico, social, político y cultural del país. Sin embargo, paradójicamente en dicha región se encuentran los mayores extremos de pobreza y desigualdad de la Argentina.
Como actores de la Sociedad Civil debemos trabajar junto a los sectores involucrados en esta problemática para que el Estado incentive y genere nuevos empleos mejorando el futuro de las próximas generaciones.
El mercado de trabajo del AMBA, según cifras del tercer trimestre de 2018, contaba con una tasa de desempleo del 10,5% y una tasa de subocupación del 12,7%. La tasa de subocupación, está a su vez constituida por un 8,5% de subocupados demandantes de empleo y un 4,2% no demandantes.
Los avances tecnológicos generan nuevos tipos de trabajo, los consumidores evalúan online y entiempo real los bienes y servicios, la velocidad en el análisis y procesamiento de la información permite evaluar mejor la eficiencia de los procesos. Estos fenómenos nos obligan a pensar nuevas formas de incorporar personas al mercado de trabajo para impulsar un desarrollo sustentable social y económicamente en grandes metrópolis como la nuestra.
Por otra parte, la crisis que viene sufriendo el sector industrial en los últimos años impacta con especial intensidad en las zonas del AMBA donde se asientan industrias y viven los trabajadores. La terciarización de la economía se profundizó con la aparición de mayor cantidad de empleos precarios trayendo consigo deterioro social de una importante parte de la población.
Lo que acontece en el mercado de trabajo incide en un amplio abanico de actores: trabajadores, empresarios, sindicatos y el Estado.
Las nuevas tecnologías habilitan la posibilidad de que el tiempo de trabajo se perciba de otra manera. Aparecen nuevas profesiones, los empleos a distancia y el trabajo desde casa se multiplican. La tendencia es que la duración del trabajo ya no se mida en cantidad de horas, sino por objetivos.
A su vez, el Estado, especialmente en los países centrales, se concentra en proveer la infraestructura para el desarrollo tecnológico. Esto, por sí mismo, no implica una mejora en la calidad de vida de las personas, es fundamental que los Estados protejan la calidad del empleo y aseguren una mejora en la redistribución del ingreso.
Desde la Fundación Metropolitana, junto al Centro de Estudios Metropolitanos, trabajamos en un Foro Temático virtual, de participación libre y gratuita, en nuestra Plataforma BAM 21. Allí, actores relacionados a ésta temática analizaron, debatieron y propusieron recomendaciones de políticas públicas con miras a mejorar la calidad de vida de la población.
Las tecnologías mejoran la eficiencia de los procesos y las experiencias de los consumidores, pero por sí mismas no fortalecen avances sociales. Ante un cambio de paradigma en los modos de producir y consumir mediados fuertemente por la tecnología, debemos aprovechar su utilidad para que el trabajo sea el camino para la integración social de los habitantes del AMBA.