En el marco de ciclo de diálogos de ambiente, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Arnaldo Medina, rector de la Universidad Nacional Arturo Jauretche y presidente de la Asociación Argentina de Salud Pública, para conversar acerca del rol de las universidades, los impactos de la pandemia y la crisis medioambiental dentro del complejo contexto que se presenta en el AMBA.
Medina tiene una amplia experiencia en gestión y planificación de redes y servicios de salud y, a su vez, se dedica a la docencia y a la gestión de la Educación Universitaria. Se encuentra principalmente comprometido con la posibilidad de colaborar en procesos de mejora de la calidad de la gestión de la salud y la calidad de vida de las personas, desempeñándose a lo largo de su trayectoria profesional como director del Hospital El Cruce y como Secretario de Calidad en el Ministerio de Salud de la Nación.
FM: ¿Cuáles son los aprendizajes principales que considerás que nos dejó la pandemia?
Hay 2 principales a nivel global.
Creo que uno es, si nos centramos en el sistema de salud, la importancia de tener una capilaridad territorial. Tradicionalmente se viene hablando de sistemas orientados a la atención primaria de la salud. La necesidad de contar con dispositivos que puedan hacer testeos, que puedan hacer seguimientos a nivel de las viviendas en los barrios, es fundamental.
Otro es la importancia de la presencia del Estado. Yo creo que ante el debate a nivel internacional respecto a si la salud debe ser privada, un servicio o un derecho, implicaría que el Estado puede desentenderse. No es así. Hace falta un Estado presente dado que la pandemia no significaba atender únicamente cuestiones de salud sino también sociales y económicas. En ese sentido, se pudo salir de la pandemia con un Estado presente, no solamente al estimular la producción de respiradores sino también intentando garantizar la equidad en la producción y distribución y ampliando la capacidad sanitaria instalada para que no hicieran falta respiradores. Ni hablar de las vacunas, que requieren de la presencia del Estado para poder llegar a la población no solo de manera gratuita sino también equitativa.
FM: Durante la pandemia, desde la Fundación tomamos cierta notoriedad al estar trabajando a nivel regional. No sólo se dio cuenta de la cantidad de personas concentradas en el AMBA sino de una mirada coordinada de la salud. ¿Cómo ves esta cuestión de trabajar regionalmente en salud, sobre todo en el AMBA con la complejidad y la escala que tiene?
Fue clave y se trabajó permanentemente una mesa conjunta entre Nación, CABA y provincia. Se dieron, a su vez, situaciones inéditas: pacientes de CABA terminaron internados en hospitales del conurbano. El flujo existió, complejo y bidireccional, permitiendo resolver gran parte de las situaciones. Obviamente que el área metropolitana debe considerarse en su conjunto. Las tensiones que existieron marcaron esa necesidad de coordinar este tipo de políticas más que nunca.
FM: ¿Cuál fue el rol que ves de las universidades, en particular de la UNAJ, en emplazamientos o municipios que no están tan favorecidos económicamente?
El rol fue decisivo y las universidades pudieron colaborar de distintas maneras a lo largo de la pandemia:
Estuvo el desarrollo científico de las universidades trabajando. Por recordar algunos, podemos hablar de los tests rápidos que surgieron en las universidades de Quilmes y San Martín. También en la expansión de la capacidad diagnóstica para hacer análisis genómicos.
Después hubo una situación interesante, particularmente en la provincia de Buenos Aires, que fue un antes y un después en la historia de la pandemia. Más o menos todos los sistemas de salud atravesaron las distintas etapas de la pandemia. Llegó un punto en general en que todos los sistemas de salud se vieron rebasados, por lo que debieron ponerse en marcha otro tipo de estrategias. Había un problema concreto que era hacer un seguimiento de las personas infectadas en sus domicilios y dar respuesta a las necesidades que tenían. Surgieron centros de comunicación que organizó la Provincia de Buenos Aires. Todos nos imaginamos caos y desborde cuando llegara la pandemia a estos barrios populares del Gran Buenos Aires. En ese momento los centros de comunicación con docentes y estudiantes universitarios fueron un punto de inflexión, un dispositivo que cambió la historia de la pandemia. Los voluntarios universitarios, aproximadamente 14.000/15.000 personas registradas que estuvieron no solo en los centros de comunicación, sino en operativos de testeo, en la vacunación. Cumplieron un rol indispensable por el volumen que proveyeron en un momento donde se necesitaban personas que se avocaran.
FM: ¿Cuál es el rol de las universidades en lo que respecta a la movilidad social ascendente?
La movilidad social ascendente tiene que ver con el alto porcentaje de primera generación de estudiantes. Ojo con considerarla como principio rector para la creación de nuevas universidades. Arturo Jaureche se dedicó a describir el rol de las universidades: no solamente otorga certificados de ascenso social, sino que deben formar profesionales para la transformación social. La idea es desarrollar la sociedad y la movilidad social no garantiza eso.
Cuando nos centramos en las nuevas universidades, las universidades del bicentenario, estas surgen con un mandato de época que consideraría a la educación superior como un derecho y que debe asociarse a los territorios y su desarrollo. No es que las universidades anteriores no lo hayan hecho, pero con ese rol nacieron estas nuevas. Garantizar el derecho a la educación superior implica que hay ciudadanos que no acceden a las universidades en las periferias, ya sea por una cuestión de distancia y transporte, como también por cuestiones culturales, relacionadas con el acceso a universidades preparadas para las características de los estudiantes de la región. Las carreras, en ese sentido, fueron pensadas en la clave de las necesidades de la región y es también por eso que las materias en nuestra universidad se vinculan a los procesos productivos propios. El gran cambio está en que ya decididamente se considera, desde el estado, a la educación superior como un derecho.
FM: ¿Desde qué diagnóstico regional se trabaja la oferta académica en Florencio Varela?
Nosotros reivindicamos nuestra posición dentro del conurbano, reconociendo que nos podemos considerar un lugar de periferia y todo lo construido en términos simbólicos va en ese sentido: un lugar inseguro, de hacinamiento, sin desarrollo. Esta zona, en realidad, sufrió procesos de desindustrialización y privatización del espacio público que afectaron profundamente sus capacidades y las de las personas que aquí viven. Obviamente que la industrialización es muy importante, al igual que la adaptación a las necesidades de nuestro país. Con esto en mente es que desde la universidad ofrecemos carreras como las ingenierías, las carreras de tecnología y una de las pocas dentro del área del petróleo, bien considerada a nivel nacional.
Más directamente participé y me tocó organizar el instituto de salud. Para organizar las carreras se realizó un acta con los municipios del país y se pensó el plan académico y los perfiles en base a las necesidades que presentaba la región. Las ingenierías son importantes para el conurbano que se reindustrializa y las carreras agrarias que se relacionan con el asentamiento dentro del cinturón hortícola más importante del país.
FM: ¿Cómo ves vos la dicotomía que podría plantear la posibilidad del desarrollo económico con la crisis ambiental?
En primer lugar, todos debemos comprometernos con el ambiente, el problema del cambio climático y, muy presente para nosotros, la utilización del suelo. De todas formas, no se puede negar que existe una tensión entre desarrollo y ambiente. Yo tengo una postura tomada que es seguir la doctrina del cuidado de la casa común: se sabe que el daño al medio ambiente lo produce la actividad humana y los mecanismos de producción. Hay un capitalismo salvaje únicamente interesado por la rentabilidad y no por la vida. Debemos ir a las raíces de la forma de producción y a esa mirada únicamente interesada en la rentabilidad, incluso dentro de nuestro rol como país que intenta desarrollarse.
Hay algunos conceptos muy importantes que miden, por ejemplo, el presupuesto ambiental que tienen los países y nosotros lo consumimos rápido. Este tipo de herramientas dan cuenta de la preocupación global, incluso en países desarrollados, por mitigar los efectos del cambio climático y nosotros debemos comprometernos con la causa. En Argentina, tenemos sobre todo situaciones angustiantes con la utilización del suelo: la devastación de bosques, la extensión del área cultivable de la soja, los problemas de inundaciones y la reducción del colchón de biosfera que puede contener la emisión. Para intentar contener y reducir estos efectos es necesario concientizar y revisar permanentemente las formas de producción.
FM: ¿Cómo considerás que nos encontramos en Argentina en relación a las temáticas del empleo verde y la economía circular?
La universidad está muy comprometida en ese sentido, tenemos incluso una carrera de Gestión Ambiental. Obviamente es algo sobre lo que hay que trabajar para generar conciencia: cómo reciclar, disminuir la cantidad de desechos, aumentar las cadenas de valor agregado de los productos a través del reciclado permanente.
¿Cómo estamos? Bueno, empezando. Uno tiene la expectativa de que se multiplique y aumente. Es uno de los caminos que tiene que ver con el cuidado y con la generación de condiciones de producción y empleo que resguarden el medio ambiente. Hoy me parece que más allá de los ejemplos concretos hay una gran labor de concientización al respecto.
FM: ¿Tenés algó más que agregar?
Se me ocurrió vincular las consecuencias sobre la salud del cambio climático (yo vengo del área de salud, no puedo dejar de hacerlo), hay consecuencias directas. El calentamiento global y el aumento de las temperaturas tiene consecuencias sobre la salud directamente. Pero también son enormes las consecuencias indirectas. El movimiento de enfermedades tropicales como el dengue, chikunguña que van desplazando su frontera, hace 15 años esto no existía. Incluso podemos pensar en la rápida expansión y reproducción del COVID en estos términos.Claramente los efectos del cambio climático tienen que ver con la aparición de las pandemias, sumándose a la globalización que amplifica la situación. Demuestra constantemente la complejidad de los temas y la importancia de no buscar causas simples, llamándonos una vez más a comprometernos con el cambio climático.