Por Nahuel Palomo – El Censo 2022 arrojó resultados provisorios que permiten -entre muchas otras cuestiones- analizar cómo se vive en nuestro país. En este caso, se hace foco en los 24 distritos del Gran Buenos Aires y la Ciudad Autónoma.
El Censo del 18 de mayo de 2022 señaló que Argentina tiene 46.044.703 habitantes en todo el territorio, y que de ellos, 17.569.053 son bonaerenses y que 3.120.612 se encuentran en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Si se toma en cuenta solamente al Gran Buenos Aires (GBA), se detecta que allí residen 10.865.182 personas, lo que representa el 62% de la población de la provincia. Es decir que, entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los 24 distritos del GBA reside el 30% de la población de nuestro país.
Es importante señalar que solo los 24 distritos del GBA (Almirante Brown, Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, La Matanza, Morón, Tres de Febrero, San Martín, Vicente López, San Isidro, Quilmes, Berazategui, Florencio Varela, Esteban Echeverría, Ezeiza, Moreno, Merlo, Malvinas Argentinas, Hurlingham, Ituzaingó, Tigre, San Fernando, José C. Paz y San Miguel) tienen más población que, sacando la mismísima provincia de Buenos Aires, cualquier otra jurisdicción del país. Si se hace un ranking de las jurisdicciones o manchas urbanas con más habitantes su orden sería:
- Provincia de Buenos Aires: 17.569.053 (GBA: 10.865.182)
- Córdoba: 3.978.984
- Santa Fe: 3.556.522
- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: 3.120.612
Si se analiza la composición poblacional de la Ciudad, se observa que, con 265.199 porteños, la Comuna 13, compuesta por los barrios de Belgrano, Nuñez y Colegiales, es la más populosa de toda CABA. En dirección opuesta, la Comuna 2 (Recoleta) es la menos poblada con 158.368 habitantes.
Por otro lado, al momento de la realización del Censo, la Ciudad Autónoma presentó 903 personas en situación de calle, siendo la Comuna 1 (Retiro, San Nicolás, Puerto Madero, San Telmo, Montserrat y Constitución) la que más aporta a esta estadística con 242 personas, mientras que la Comuna 8 (Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano) es la que menos tiene, 3.
A la hora de situarnos en el GBA, cabe señalar que el distrito que más población aporta es La Matanza con 1.837.774 matanceros, seguido de Lomas de Zamora y Quilmes con 694.330 y 636.026, respectivamente. En contraposición, San Fernando es el partido menos habitado del GBA con 172.524 vecinos y vecinas. Ituzaingó con 179.788 habitantes y Hurlingham con 187.122 completan este podio. Para tomar dimensión de la población que posee San Fernando, se lo puede comparar con cantidad de habitantes mencionada de Recoleta y con los de la Comuna 10 de CABA (Villa Real, Monte Castro, Versalles, Floresta, Vélez Sarsfield y Villa Luro), que tiene 171.797. El GBA tiene 797 personas en situación de calle, pero cabe señalar que hay distritos en los que no se han publicado estos datos.
A nivel nacional, si se estudian las condiciones habitacionales de las viviendas de nuestro país, se observa que hay 17.780.210 particulares y 25.501 colectivas. Ahora bien, si se detalla con mayor precisión, se observa la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tiene 1.638.764 viviendas particulares y 1.946 viviendas colectivas, mientras que la Provincia cuenta con 6.695.273 viviendas particulares y 6.535 viviendas colectivas, de las cuales 3.714.607 particulares y 1.383 colectivas se encuentran en el GBA.
Los resultados del Censo 2022 arrojaron que en nuestro país el 85.4% de las viviendas tienen agua para beber y cocinar provenientes de la red pública, el 62,6% poseen desagüe del inodoro del baño a red pública (cloaca), el 58,4% utilizan principalmente gas de red o electricidad, y el 65,5% de las viviendas particulares ocupadas son propias de quienes las ocupan
La Ciudad Autónoma está por encima del nivel nacional en las viviendas que tienen agua para beber y cocinar, ya que cuentan con el 98,2%; el 99,2% de las viviendas porteñas tienen cloaca, y el 94% utiliza gas de red o electricidad para cocinar. Estos números son superiores a los que poseen el resto de las jurisdicciones, pero a la hora de analizar el régimen de tenencia de las viviendas, la ciudad se ubica última, dado que solo el 52,9% son propias. En este sentido, la Comuna 1 es la que peor escenario presenta con el 41,7% de las viviendas propias, mientras que la mejor posicionada es la Comuna 8. Si se sigue con el análisis interno de la ciudad, es alarmante que esta misma comuna solo tenga el 66,2% de las viviendas con acceso a gas de red o electricidad para cocinar.
Por otro lado, en el Gran Buenos Aires, las viviendas que tienen agua para beber y cocinar provenientes de la red pública son el 75,2% del total, mientras que las que tienen cloaca componen el 57,8% del universo, y el 65% utiliza gas de red o electricidad para cocinar. El 68,3% es la cantidad de viviendas propias.
El estudio interno de esta mancha urbana arroja resultados más dispares y heterogéneos entre los 24 distritos bonaerenses en comparación con la Ciudad Autónoma. El distrito que tiene más acceso a agua para beber y cocinar es Vicente López con el 98,6% de las viviendas, mientras que en el extremo está Malvinas Argentinas con el 14,1%. En lo concerniente a cloacas, se observa que en los polos estadísticos, Vicente López cuenta con una cobertura del 98,7% y José C. Paz del 8,1%. Moreno, con el 35%, es el distrito que menos acceso a gas de red o electricidad para cocinar tiene, en tanto Vicente López posee un 94,3%. En lo que respecta a la tenencia de de viviendas, Tres de Febrero es el partido que menos vivienda propia presenta (61,8%), en tanto que el distrito de Moreno lidera este análisis (74%).
(Des) concentración y desigualdad
Pernice (2023) clasifica a las migraciones suburbanas en tres tipos: la primera del año 1996, la segunda en el 2002 fruto de la salida de la convertibilidad y la consecuente devaluación del peso argentino, y la tercera, en el 2020/21, como consecuencia de diferentes factores pero que se realizan alrededor de la pandemia de COVID-19. A priori, lo que parecería ser favorable para la desconcentración urbana puede ser catalogado como un riesgo de convivencia en comunidad, o como una continuidad y profundización de los problemas que hoy acarrean las ciudades.
La desconcentración en sí misma no es una acción que asegure un correcto desarrollo territorial y una convivencia urbana armónica y justa para todos sus habitantes. Es necesaria, pero no suficiente. Si este proceso no es impulsado desde una perspectiva de planificación intersectorial y sustentable en el tiempo, es mayor el riesgo que se corre. El sobreuso del suelo, la falta de sustentabilidad y la ausencia de políticas de cuidado ambiental serán consecuencias que se expandirán por el resto del AMBA. El derrame por expansión atenta contra el desarrollo de ciudades que logren la cohesión social, objetivo final de las urbes.
Allí donde el Estado no planifica ciudades integrales para la convivencia pacífica, equitativa, y de acceso justo a todos los derechos y servicios para sus ciudadanos, son ellos los que organizan territorios para su hábitat. El AMBA corre el riesgo de ir contra el espíritu madre de las ciudades si continúa la lógica de convivencia en ghettos. Las ciudades han demostrado ser centros de innovación, pero siempre y cuando previamente se pensara qué tipo de crecimiento y desarrollo necesita cada región, a su vez que responda a la pregunta de qué oportunidades y herramientas requiere cada ciudadanía (Casada Cañeque, 2017). El orden urbanístico no debe ser considerado un opuesto al progreso social de sus habitantes.
Allí donde no llegan los servicios básicos y la vivienda digna es una utopía, los ciudadanos construyen comunidad con sus propias herramientas. En los asentamientos y barrios populares, los mecanismos institucionales tradicionales del estado no logran dar respuesta a las “novedades” sociales, que datan de ya más de 20 años. La organización comunitaria terminó reemplazando a la planificación estatal que debería preservar el presente y el futuro de las personas y del ambiente que las rodea, así como prever posibles cambios que la dinámica social produzca.
Atravesados por otros intereses y motivaciones, los emprendimientos de barrios privados tienen una lógica similar a la de los asentamientos. Con riesgos y urgencias distintas, claro está. La ausencia de una planificación urbanística sustentable deja en el debe la expansión y el uso de espacios verdes, la seguridad y una convivencia que permita un mayor grado de tolerancia social. Ante la falta de respuestas, los emprendimientos privados vieron la oportunidad de crear una comunidad alejada a la ciudad urbana tal como se la conoce. Ante la falta de respuestas, los sectores más postergados debieron crear su propio barrio.
Si hoy el AMBA cuenta con el problema de la falta de una gobernabilidad institucionalizada, transversal a los municipios y a la Ciudad Autónoma, que permita una coordinación intersectorial ante los problemas y desafíos de las urbes del siglo XXI, la convivencia en ghettos que se produce hacia adentro de los distritos viene a profundizar esa problemática. La brecha de las desigualdades económicas y sociales se amplía si las ciudades no ponen en funcionamiento el mecanismo de integración social para el cual fueron diseñadas. La vida en ghettos -barrios privados y barrios populares- solo produce una mayor fragmentación social. La disparidad de motivaciones y recursos no impide analizar que los dos ghettos son fruto de la falta de planificación urbana que permita el acceso justo y equitativo a derechos y servicios básicos para todos. Estos masivos procesos de autoproducción de viviendas solo reproducen una mayor desigualdad en las condiciones de vida. Fruto de la ausencia previa y de la imposibilidad de generar mecanismos alternativos que propicien construir nuevos escenarios y revertir los actuales, la política corre el riesgo de socavar su deslegitimación actual. Parecería que todo está librado a la supervivencia del más apto, donde salen fortalecidos los sectores de mayores recursos económicos. Si el estado no tiene presencia activa en los barrios más humildes, ni en los emprendimientos privados, ¿por donde transita la motivación de los ciudadanos para elegir a sus representantes? No veo política acá. No veo política allá. ¿Dónde está?
Las desigualdades urbanas conforman parte del núcleo de problemas que hace a la realidad de las aglomeraciones urbanas. Afrontarlo debe ser una tarea que no puede escindirse de los entramados sociales, económicos y territoriales de fondo. Las desigualdades sociales sólo son saldadas si el estado interviene de forma eficaz y eficiente. La ausencia de programas urbanísticos es el fiel reflejo de que quien cuenta con una mayor cantidad de recursos económicos puede erigir su propia ciudad con las comodidades que se les plazca, mientras que aquellos que se encuentran relegados económica y socialmente, deben contentarse con organizarse para subsistir. Unos construyen y después habitan. Otros habitan y después construyen.