POR PEDRO DEL PIERO, FUNDACIÓN METROPOLITANA – Cambiemos gobernará durante los próximos cuatro años la Nación, la Provincia y la Ciudad en monocolor político al más alto nivel, mientras que en los cuarenta municipios de la metrópolis sólo 14 compartirán ese color, en tanto el FpV gestionará 22 y UNA, los 4 restantes.
Como consecuencia de este predominio aparecen interesantes posibilidades de superar la fragmentación política, responsable de descoordinaciones de gestión en perjuicio de los quince millones de metrobonaerenses que habitamos el área metropolitana Buenos Aires. Estamos entusiasmados y confiamos en que así ocurra porque además damos fe de convicciones sobre políticas públicas metropolitanas que exhibieron muchos dirigentes que hoy lucen flamantes responsabilidades. Sin embargo, debemos señalar importantes fragmentaciones subsistentes.
En primer lugar la fragmentación institucional, que representa una dificultad operativa para resolver problemas de escala metropolitana porque regulaciones, recursos y poder de policía, están repartidos en tres niveles: Nación, PBA-CABA y municipios. Agréguese que en todas las metrópolis del planeta la gestión eficaz de sus agendas tiene un común denominador: el abordaje sistémico de los temas-problema, porque siempre se trata de administrar flujos con orígenes, destinos y consecuencias propias y específicas. Piénsese en la gestión de la movilidad al demandar “sistemas” de transporte o de logística. En escalas y complejidades macro, las personas las cosas y los intangibles conforman desplazamientos e intercambios propios de las Megaciudades del siglo XXI.
Plasmada en el federalismo que nos rige, nuestra institucionalidad gubernamental supo organizar la gestión de los municipios y las provincias del siglo XIX, pero hoy tiene serias dificultades para dar cuenta de las metrópolis y sus flujos, además de las realidades regionales. Desde la reforma constitucional de 1994 las provincias, sujetos políticos originarios, pueden suscribir acuerdos para el desarrollo económico y social de sus territorios, lo que hasta la fecha ha sido muy poco aprovechado a pesar de su enorme potencial institucional. Creemos que en nuestro caso están dadas las condiciones para constituir, bajo esa figura, la Región Metropolitana Buenos Aires abordando metas específicas y despejando la fragmentación institucional a través de acordar cooperación interjurisdiccional. Sabemos que cuando los problemas se resuelven la ciudadanía premia a los gestores, por eso pensamos que éstos deberían valorar los escenarios ganador-ganador.
En segundo lugar la fragmentación socio económica, base profunda de la inseguridad, la exclusión social, el deterioro demográfico y la falta de competitividad territorial. Es en La Gran Buenos Aires, nuestra querida metrópolis, donde se constatan los extremos más amplios de riqueza y pobreza de la Argentina. Valga como evidencia estructural un indicador de hábitat metrobonaerense: en urbanizaciones irregulares -que ocupan 65 km cuadrados- habitan más de un millón de personas y en urbanizaciones cerradas -que ocupan 500 km cuadrados- ARBA registra 130.000 partidas inmobiliarias que indicarían una ocupación de medio millón si todas estuvieran habitadas por cuatro personas. Como referencia recordemos que la CABA tiene 200 km cuadrados y la habitan tres millones de habitantes.
Para despejar esta fragmentación también hay solución: el desarrollo socioeconómico en clave regional. Cuando referimos el concepto de “economías regionales” pensamos en el interior de la Argentina olvidando que el AMBA concentra casi el 50% del PBI nacional. Es una región que supo lucir interesantes cadenas de valor en la etapa de sustitución de importaciones y que en este siglo XXI va consolidando su identidad de gran metrópolis del conocimiento y la diversidad. Entre otras áreas vemos que la ciencia y tecnología, las industrias culturales, o el turismo y la gastronomía, conforman ricos espacios de empleabilidad y emprendeduria producto del crisol de razas convivientes en tolerancia, agregando una impronta distintiva a las manufacturas industriales y al tradicional plexo de servicios.
Apelando al pensamiento sistémico y al planeamiento participativo, estaría bueno liberar creatividad de sociedad civil y mercados para mejorar competitividad territorial dando sentido a centralidades urbanas, desarrollando educación para la empleabilidad, expandiendo logística, resinificando espacios habitacionales y productivos, en una palabra, dando lugar a lo importante: la construcción de ciudad para el próximo siglo en una región integrada al proyecto de país que Argentina merece. Será condición necesaria contar con presencia estatal planificadora que, incentivando el capital social disponible, construya la gobernabilidad demandada.
Sin embargo, no olvidemos lo urgente. Es prioritario vivir sin miedo, que nuestras casas no se inunden, que tengamos una vivienda digna, que viajemos mejor y más seguro, que se desactiven las bombas ambientales llamadas rellenos sanitarios, para lo cual nos permitimos refrescar la agenda metropolitana urgente: seguridad, movilidad, suelo y residuos.