Por Gabriela Cévalo Boro
El Área Metropolitana de Buenos Aires produce el 48% del producto bruto argentino, allí viven 15 millones de personas, aproximadamente un tercio de la población nacional. Fue el epicentro de la industrialización durante el siglo XX. Y continúa siendo el centro económico, cultural y político del país.
Este área es la segunda región más pobre de Argentina (la primera es el noroeste).[1]Pero este fenómeno no se manifiesta de manera homogénea en la región. Hay una gran diferencia en la calidad de vida entre los habitantes de la capital y los del Gran Buenos Aires. Mientras que el 6% de los habitantes de CABA tiene necesidades básicas insatisfechas, el porcentaje aumenta a 9,4% en los municipios del AMBA.
La división político- administrativa de la región tiene consecuencias relevantes para su gobierno y, por lo tanto, para la calidad de vida de sus habitantes. La preocupación compartida no implica, desde ya, propuestas de soluciones homogéneas.
Siendo entonces, la tercera metrópolis más grande de Latinoamérica, caracterizada por ser el centro pujante en el ámbito económico, político y cultural. Y siendo sede del gobierno nacional, ¿Cómo se explica que el Área Metropolitana de Buenos Aires, sea la segunda región más pobre del país?
Desde cuándo
Los avatares de la economía actual pueden encontrar sustento en los procesos históricos de larga duración. Como señala Verónica Maceira[2] la construcción del territorio metropolitano estuvo estrechamente ligada a los ritmos y formas que asumió la acumulación del capital en la Argentina y la intervención social del Estado. Los períodos de cambio de los procesos de estructuración espacial interna de la Gran Buenos Aires guardan relación con los grandes períodos de cambio económico, demográfico, social y político que afectan el desarrollo metropolitano en su conjunto. En este contexto, los distintos periodos políticos y económicos del país en general, explican la estructuración territorial y social del área metropolitana.
La última dictadura cívico-militar modificó el patrón de acumulación del país, pasando de un modelo de industrialización por sustitución de importaciones a un modelo económico neoliberal, que volvió a colocar al país como productor de materias primas en el mercado mundial y daba lugar a la consolidación del capital financiero.[3]
Este proceso no se detuvo con el advenimiento de la democracia y término de consolidarse durante la década de 1990. De esta manera se dio lugar al más brutal proceso de exclusión social en la metrópolis Buenos Aires, que acentuó la brecha de desigualdad entre quienes concentran la riqueza y quienes sobreviven en niveles de pobreza inexplicables a la luz de la calidad y cantidad de recursos disponibles. Quizás haya que pensar que una de las deudas de la democracia, es justamente la no democratización de la riqueza.
La década del 90 instaló en el Área Metropolitana de Buenos Aires una nueva práctica que da cuenta de la pobreza pero sobre todo de la desigualdad reinante entre sus habitantes, la guerra por el suelo. Facilitada por la red de autopistas, ricos y pobres disputaron tierras con asentamientos y countries sin reparar en cotas hídricas ni humedales, entre otras irregularidades. Se generó entonces un gran problema con raíces en la desigualdad social y consecuencias de diversos tipos. La superficie ocupada por barrios cerrados es hoy dos veces la superficie de la ciudad de Buenos Aires, en la que se registran 580 urbanizaciones con un total de 100 mil partidas inmobiliarias.[4]
Además, la economía pasó a ser casi integralmente una economía de servicios. Los impactos de la crisis industrial y la reestructuración afectaron especialmente al AMBA. En términos territoriales, la desindustrialización devino en una crisis de las antiguas zonas industriales ubicadas en el área central y en el primer cordón del GBA e impactaron negativamente sobre los barrios en los que residía la fuerza de trabajo inserta en la manufactura. Una de las expresiones sustantivas del proceso económico reseñado fue una crisis inédita del empleo. Esta crisis tuvo uno de sus principales escenarios en el Gran Buenos Aires, tradicional polo económico nacional y región caracterizada históricamente por sus bajos niveles de desempleo. La tasa de desocupación del Gran Buenos Aires creció entre el 6,3% y el 16,4% de la Población Económicamente Activa entre 1991 y el 2003 (EPH- INDEC), lo que implicó un aumento de la misma mayor que en el resto de los aglomerados urbanos. Asimismo, el desempleo en el AMBA resultó en la incapacidad de absorción de nuevos trabajadores y la expulsión de personas anteriormente ocupadas: en ese sentido, la destrucción de empleos fue más en esta región que en las ciudades del interior[5].
La política económica del menemismo y la convertibilidad desembocaron en una de las crisis sociales y económicas más virulentas del país. Para octubre de 2002, 61% de la población del Conurbano estaba bajo la línea de pobreza y 30%, por debajo de la línea de indigencia[6]. Pero también tuvo su contracara en la crisis institucional y política, que se resumió en el paso de 5 presidentes en menos de 1 mes. En este periodo se constata una profundización de la segregación residencial estructural en asentamientos y villas miseria de los grupos más vulnerables de la sociedad. El Observatorio Info-habitat estimó que entre 1991 y el 2001, en la CABA aumentó el porcentaje de población en villas de 1,7 al 3,9% de la población total, mientras que en los partidos del conurbano el porcentaje de población residente en villas y asentamientos pasó de 5,2 a 6,9% en el mismo período.
Para 2003, con la llegada del kirchnerismo, el país aprovechó el viento de cola de la economía mundial y encaró una recuperación. El boom de los commodities debido al crecimiento de la demanda de materias primas en China, posibilitó el crecimiento de la economía a tasas nunca antes vistas. Solo habría que tener en claro una forma de planeamiento que permitiera que la estabilidad económica del país no dependa del precio de los commodities, además de no afianzar un neoextractivismo y reprimarización de la economía. Objetivo que no se logró y que a pesar de las mejoras culturales políticas o de derechos alcanzadas durante el gobierno anterior, la falta de planeamiento económico a largo plazo y un proyecto de industrialización autónomo impidieron la mejora sustancial de la economía del país y el estancamiento en 2011, cuando la inflación comienza a crecer, junto con el desempleo. Esta expansión descansó en una tasa de crecimiento del empleo registrado por encima del empleo precario, lo que supuso una caída de la precariedad laboral, que en el Gran Buenos Aires alcanza ahora al 34,8% del total de asalariados (EPH-INDEC, segundo trimestre del 2011).
Tampoco hubo de parte del gobierno anterior un plan sistemático de erradicación del trabajo informal que persiste como un problema crónico en nuestro país. La proporción de trabajadores en esta situación se mantiene por encima del 30% desde hace 3 años, luego de una baja sostenida desde 2003, cuando afectaba a casi la mitad de la fuerza laboral. Hay 9 millones de personas con problemas laborales y 5 millones en situación de alta marginalidad.[7]
A pesar de cierta mejoría económica y social se mantienen las desigualdades sustantivas entre los habitantes de la metrópolis. Estudios recientes[8] en base a la EPH-INDEC 2004-2007, han observado una asociación significativa entre residir en un vecindario “deficitario” del Gran Buenos Aires (considerados como aquellos con alta concentración de jefes de hogar de bajo nivel educativo) y cierta desventaja para el acceso a mejores puestos de trabajo registrado. Asimismo se comprobaron fuertes asociaciones entre composición social de los vecindarios y rendimiento educativo de niños y adolescentes, en base al Operativo Nacional de Evaluación de la Calidad Educativa, en este caso tomando conjuntamente la ciudad de Buenos Aires y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza.
De cara al advenimiento del nuevo gobierno, nada parecería indicar que la pobreza deje de ser un problema ni que haya una ruptura sustancial con el devenir económico al que estamos acostumbrados: políticas de coyuntura que calmen las crisis y estallidos sociales. Nunca cambios estructurales que permitan evitarlos.
Cómo y quién mide la pobreza
Claramente, para poder enfrentar esta situación de pobreza, pero más que nada de extrema desigualdad en la región, es importante contar con datos empíricos, generalizables y proyectables sobre las condiciones de vida de la población.
Un problema comprometido para la planificación del presupuesto nacional pero también de políticas públicas sociales, ha sido la intervención del Indec en 2007. A partir de allí, las cifras de pobreza, inflación y desempleo han perdido credibilidad. No solo para la planificación estatal, sino para el análisis de las Ciencias Sociales en general. No había información acerca de los problemas sociales y económicos del país.
Asimismo, desde 2013, el gobierno kirchnerista dejó de publicar los resultados del relevamiento de la Encuesta Permanente de Hogares.
Por esta dificultad los datos con los que se contaron durante la última década, han provenido en su mayoría de organismos privados e institutos de estudios sociales. Como por ejemplo el observatorio de la deuda social de la Universidad Católica Argentina, el instituto de investigaciones en ciencias sociales Gino Germani de la Universidad de Buenos Aires. Estos últimos, suelen entender la muestra como una región, es decir, miden la pobreza o el desempleo del área metropolitana. Por su parte, el Indec define al Gran Buenos Aires como la ciudad autónoma sumada a 14 municipios que la rodean, este término es utilizado tanto en el área económica como social, salvo contadas excepciones.
El problema es que una vez obtenidos estos datos de manera agregada, la planificación estatal y las medidas de gobierno no suelen ser sobre el área metropolitana en conjunto, sino más bien, sobre los distintos municipios, provincia o Ciudad de Buenos Aires. Aquí aparece nuevamente el problema de la gobernabilidad metropolitana y la falta de organismos políticos competentes para la actuación inter jurisdiccional. Tenemos un diagnóstico claro realizado por entidades confiables y prestigiosas que desmuestran que el AMBA funciona como un gran y complejo sujeto social y político. Sin embargo no tenemos medidas gubernamentales que consideren al AMBA como una metrópolis y apunte a la planificación de medidas pertinentes.
Nuevos pobres. En el AMBA y en todo el país.
El nuevo gobierno, retomó la publicación los resultados de la Encuesta Permanente de Hogares para el primer trimestre de 2016. Sin embargo estas cifras deberían ser objeto de análisis sociológico y económico a fin de saber cuáles son los indicadores utilizados para la medición y si son los idóneos.
El INDEC detectó que 32,2% de la población de los 31 aglomerados urbanos relevados es pobre, con un desagregado de 31,8% para las áreas con más de 500 mil habitantes y 34,2% para las regiones de menor densidad demográfica.[9]
De ahí que si a las proporciones que arrojó el sondeo para las áreas urbanas se las extrapola a todo el país, surge que en realidad el total de pobres a nivel nacional al cabo del segundo trimestre ascendió a poco más de 14 millones de personas.
Mientras que un ejercicio similar para la indigencia, agrega a poco más de un millón de personas en esa condición, a 2,74 millones.
Asimismo no sólo la pobreza, sino la obscena desigualdad entre los más pobres y los más ricos ha aumentado. El 10% más rico gana 26 veces más que el 10% de menores recursos. La mitad de los asalariados gana menos que el salario mínimo, vital y móvil, hoy en $8.060. Es decir que en los aglomerados urbanos de Argentina, en el último año, los sectores más ricos expandieron su participación en el ingreso total, frente a una disminución de las franjas más pobres. Como lo demuestra el análisis de la historia reciente, el movimiento económico del país y el modo de intervención estatal configura y afecta casi directamente el modo en que se desenvuelve y se estructura el territorio metropolitano.
Los desafíos del Area Metropolitana en cuanto a la pobreza.
Un área compleja como el AMBA requiere un planeamiento estratégico y participativo para solucionar sus problemas estructurales. La disponibilidad de datos estatales oficiales sobre estos problemas es un primer gran paso de cara al diagnóstico de la situación actual.
Una segunda tarea es el pensar a la Buenos Aires Metropolitana de manera holística y no como un conglomerado de diferentes gobiernos locales, encarando este proceso desde el planeamiento participativo y considerando al AMBA como la economía regional más grande del país.
Asimismo, se debe tener en claro que la pobreza y la desigualdad en el área es consecuencia de periodos históricos de largo plazo que gestaron una continuidad de estos problemas y no de medidas coyunturales del gobierno de turno.
Ante los nuevos informes estadísticos el panorama no es alentador. El aumento de la pobreza y segmentos de sectores populares y trabajadores que descienden para constituir el sector de Nuevos Pobres[10] en la estructura social, requieren políticas de Estado progresivas, inclusivas, urgentes pero también estratégicas.
En cuanto a la construcción de gobernabilidad para el área metropolitana de Buenos Aires, se ha anunciado la creación de una comisión consultiva para la región. Quizás sea el comienzo de un proceso para trabajar las políticas públicas del AMBA con una mirada de mediano y largo plazo que permita acordar lineamientos comunes para solucionar la pobreza estructural.
[1] http://www.infobae.com/2015/05/17/1729253-la-pobreza-el-area-metropolitana-ya-llega-al-168/
[2] Maceira, Verónica (2012),Notas para una caracterización del Área Metropolitana de Buenos Aires.
[3] Kessler, Gabriel (2014). Controversias sobre la desigualdad: Argentina, 2003-2013. Fondo de Cultura Económica
[4] AAVV, La Gran Buenos Aires, el rompecabezas metropolitano, 2011
[5] Monza, Alfredo (1998), “La crisis del empleo en la Argentina de los noventas. Las debilidades de la interpretación estándar” en ISUANI, Aldo y FILMUS, Daniel – compiladores- La Argentina que viene. UNICEF/FLACSO: Norma. Buenos Aires.
[6] Fundación Metropolitana, 2003.
[7] Encuesta Permanente de Hogares, primer trimestre 2015, INDEC
[8] Groisman (2008), Segregación residencial e inserción laboral en el Conurbano Bonaerense, Revista Población de Buenos Aires. Revista semestral de datos y estudios sociodemográficos urbanos. Dirección General de Estadística y Censos. Gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
[9] Encuesta Permanente de Hogares para el primer trimestre de 2016 https://drive.google.com/file/d/0BxCBD5ri9y9UcUNBY3Q0U1JOVlU/view
[10] Agustín Salvia director del ODSA en http://www.infobae.com/economia/2016/08/11/duro-informe-de-la-uca-crecio-la-pobreza-por-las-medidas-tomadas-por-el-gobierno/