Competitividad sistémica para la Región Metropolitana de Buenos Aires - Informe Digital Metropolitano

Competitividad sistémica para la Región Metropolitana de Buenos Aires

ignacio-brueraIgnacio Bruera: Coordinador de la Fundación Metropolitana. Licenciado en Economía (UBA). Master en Relaciones Internacionales Europa – América Latina (Università di Bologna, Italia). Maestrando en Economía Urbana (Universidad Torcuato Di Tella). Docente universitario en políticas de producción y consultor en temas vinculados a la economía industrial y al desarrollo económico local.

En el contexto de la actual economía global, caracterizada por la flexibilización de los procesos productivos y la revolución de la microinformática y de las comunicaciones, recobra importancia el aprovechamiento de los recursos locales endógenos expresados en sus potencialidades culturales, institucionales, económicas, sociales y políticas para el desarrollo de sistemas territoriales innovadores y competitivos. En el nuevo escenario mundial la revalorización de lo local como fuente de crecimiento, innovación tecnológica de las actividades productivas de las PyMEs, generación de empleo de calidad y formación de los recursos humanos para procesos específicos pueden significar el impulso a procesos de crecimiento y desarrollo endógenos que con gran dificultad pueden darse desde una óptica centralista.

La Argentina integrada y desarrollada no sólo requiere empresas competitivas, sino también un Estado competitivo que lidere en los territorios un proyecto de visión estratégica, calidad y permanencia de las políticas públicas acompañadas de un adecuado control de gestión. Asimismo, es necesaria la participación activa de cámaras y asociaciones gremiales empresarias que mediante la construcción de capital social y de su inserción en las comunidades potencian la representatividad de intereses desde lo regional y lo sectorial con responsabilidad patrimonial y con capacidad de interacción e intermediación entre lo público y lo privado.

La aparición de este enfoque – sistémico – tiene su origen en la incapacidad manifiesta de la ciencia y la política para tratar problemas complejos. El método científico, basado en reduccionismo, repetitividad y refutación, fracasa ante fenómenos sociales complejos debido, en primer lugar, a que la cantidad de variables que interactúan en estos casos es mayor a aquella que el analista o el policy-maker puede controlar y, en segundo término, debido a la alta probabilidad de que factores desconocidos a priori influyan en los eventos. La interdisciplina para el análisis de los fenómenos sociales y la integración de áreas de gestión de políticas públicas para la resolución de problemas en interacción con la sociedad marcan la tendencia en países y regiones innovadores y competitivos.

Desde esta perspectiva, la complejidad de la realidad económico-productiva desde una visión sistémica se verifica especialmente como producto de la vasta cantidad de factores humanos, económicos, tecnológicos y naturales altamente interconectados. La dificultad se multiplica por el propio involucramiento del hombre como sujeto y objeto de la investigación o la intervención pública.

Siguiendo a Esser y otros (1996), en el mundo globalizado un país o una región no puede elaborar políticas o elementos de competitividad si no es a partir de un conjunto dado de determinantes de la “competitividad sistémica”. En este marco los países o regiones más competitivas poseen estructuras en el nivel meta que promueven el progreso a partir de la capacidad de los Estados de fomentar una visión para el desarrollo de los recursos de una sociedad, un nivel macro que en el mejor de los casos ejerce una contexto adecuado para el desempeño de las empresas, un nivel meso estructurado donde los Estados y los actores sociales desarrollan políticas de apoyo específico, fomentan la formación de estructuras y articulan los procesos de aprendizaje a nivel de la sociedad, y un gran número de empresas situadas en el nivel micro que buscan simultáneamente la eficiencia, la calidad, la flexibilidad y la rapidez de reacción, encontrándose muchas de ellas articuladas en redes de colaboración mutua.

Llevado al plano territorial el concepto de competitividad identifica cuatro componentes que se combinan de manera diferente en cada región: a) la competitividad económica; b) la competitividad social; c) la competitividad ambiental; y d) la competitividad global. Estos elementos destacan la importancia de que los agentes e instituciones locales del territorio desarrollen capacidades para actuar juntos, crear vínculos entre sectores que permitan mantener in situ el máximo de valor añadido, valorizar el entorno, y establecer relaciones con otros territorios y con el resto del mundo.

Tomando estos elementos en cuenta y siguiendo con las definiciones, la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA) constituye el principal desafío en materia de desarrollo económico local y humano de la Argentina. Al mismo tiempo, la región constituye uno de los polos de producción y de consumo más importantes de Latinoamérica y su importancia como motor de la economía queda manifestada al concentrar cerca del 40% de la población y el 50% del PBI del país.

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Según los Lineamientos Estratégicos de la Región Metropolitana de Buenos Aires: “La globalización, el desarrollo económico, el incremento de los niveles de renta y riqueza, la segmentación de procesos productivos, la deslocalización metropolitana, estatal o internacional, la revolución de las telecomunicaciones y los cambios tecnológicos en la producción-ensamblaje-distribución de bienes, en las actividades logísticas (ligadas a los puertos y aeropuertos) y en el transporte ferroviario han generado la aparición de nuevas demandas de “Suelos Productivos”.

La RMBA cuenta con una gran potencialidad socioeconómica derivada de la explotación de sus economías de aglomeración, dadas por la localización de actividades productivas estratégicas y por las propias economías de urbanización. En la era de la información dichas economías se ven potenciadas a través de la construcción social de bienes colectivos y la provisión de bienes públicos por parte de los Estados locales.

En función de esto y partiendo de una cuidadosa planificación urbana, la compleja base económica y social de la región cuenta con la potencialidad de impulsar en los próximos años las condiciones necesarias de una estrategia para el desarrollo de la ciudad – región.

Actualmente se advierte en la región una tendencia a la concentración de los agrupamientos productivos en la zona norte del Conurbano Bonaerense. Dicha tendencia responde a lógicas de mercado, y expresa la preferencia de los promotores de suelo industrial y de las industrias por localizaciones cercanas a las rutas del MERCOSUR[1], que garantizan una buena conectividad regional-global, y por territorios que acumulan otros factores de prestigio y “modernidad” en sus desarrollos residenciales y comerciales (Fritzsche y Vio, 2005).

Las ciudades modernas suelen identificarse a sí mismas como motores del crecimiento económico (Molotch, 1976), como proveedoras y administradoras del suelo, y como oferentes de bienes meritorios. En suma, la RMBA debería estar en condiciones de asumir funciones que trascienden la oferta tradicional de infraestructura y servicios, definiendo su perfil competitivo de manera sistémica.

Sin embargo, según percepciones de los principales actores de la RMBA, no existe en la actualidad un diagnóstico claro y conclusivo sobre los indicadores generales de la potencialidad económica de la región y, por ende, de las capacidades de acumulación y distribución para la resolución de sus problemas sociales estructurales. Asimismo, se advierte una marcada dualidad en el segmento empresarial con empresas de elevada fortaleza competitiva y otras más relegadas en cuanto a sus posibilidades de participar de un mercado integrado.

Aquí es donde lo sistémico entra en su máxima expresión. Los territorios innovadores se caracterizan por la existencia de dinámicas de interacción, conformándose redes tanto inter-empresariales (ampliación de las cadenas de valor y aumento de la competitividad), como socio-institucionales (creación de entorno). A su vez, en dichos territorios la cooperación entre instituciones (gobierno relacional), la concertación social (gobernabilidad) y la inclusión en redes externas (integración en el espacio de las redes) se convierten en procesos determinantes para impulsar su desarrollo.

Un diagnóstico general dado por promedios agregados de variables económicas difícilmente capte las diferencias de productividad relativa dentro de la RMBA. Desde esta perspectiva resulta de vital importancia identificar y estudiar en profundidad las realidades particulares de la región y las perspectivas de los actores económicos que la integran captando problemáticas comunes en todos los niveles en los que se puede actuar localmente (meta, meso y micro).

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A partir del conocimiento específico de la realidad productiva de una región de elevada complejidad como la RMBA en la que conviven actividades altamente especializados con sectores donde el elemento competitivo está dado por la escala, se podrán proponer diferentes proyectos ligados a la inversión en capital humano, a la promoción de la inversión en distritos productivos, a incentivos y financiamiento para proyectos de colaboración entre empresas e instituciones de distinta índole y a la promoción de redes institucionales de vinculación tecnológica con universidades a nivel local e internacional, entre otros.

Se trata de planificación y gestión a través de un Estado que ejerza su rol natural de coordinador otorgando mejores oportunidades de negocios al sector privado. Desde esta perspectiva, la inversión pública constituye un elemento decisivo para modificar tendencias de segregación socio-económica y corregir patrones no sustentables de crecimiento urbano.

En la era de la globalización el mecanismo público local se vuelve indispensable. El eje del debate debería estar puesto entonces en la necesidad de construir ciudad competitiva desde las políticas públicas para una región como la RMBA que paradójicamente mantiene los mayores niveles de generación de riqueza y al mismo tiempo los mayores niveles de exclusión, pobreza y segregación del país. Es necesario pasar del crecimiento económico al desarrollo integrado de la sociedad que aporta los factores de producción sobre los que se basa dicho crecimiento. No abordar este debate en tiempo y forma representaría, desde la perspectiva del desarrollo humano, uno de nuestros fracasos más palpables.

-Klaus Esser, Wolfgang Hillebrand, Dirk Messner y Jörg Meyer-Stamer (1996). Competitividad sistémica: Nuevo desafío a las empresas y a la política. Revista de la CEPAL, Santiago 1996, No. 59, pág. 39 – 52.

-Fritzsche, F. y Vio, M. La huella del desarrollo urbano en la Región Metropolitana de Buenos Aires. Consideraciones acerca de las transformaciones recientes del espacio industrial. Scripta Nova, 2005, v. 9, n. 194 (113), 15 pp.

-Molotch, H. L.; “The City as a Growth Machine. Toward a Political Economy of Place”, American Journal of Sociology, 82: 309-332, 1976.

-Subsecretaría de Urbanismo y Vivienda de la provincia de Buenos Aires, Lineamientos Estratégicos para la Región Metropolitana de Buenos Aires, 2007.

[1] El esfuerzo de la integración regional con base en el MERCOSUR apunta a la ampliación de su espacio económico, favorecido por la cercanía geográfica, a lo largo de la plataforma continental y siguiendo la cuenca del Río de la Plata. Dicho eje está conformado por ciudades que van desde Belo Horizonte pasando por Río de Janeiro, San Pablo, Curitiba, Montevideo, Córdoba, Rosario y la Región Metropolitana de Buenos Aires. Geopolíticamente, el MERCOSUR ampliado como conjunto de aglomeraciones urbanas incluye a Santiago de Chile que, integrada a las anteriores, concentran cerca del 80% del PBI de la región y representa el área de mayor desarrollo relativo del subcontinente.