Por Rubén León Guillén, Fundación Metropolitana – El desarrollo de la competitividad del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) es clave para lograr una inserción activa de la Argentina en el mundo actual, urbano y globalizado, signado por la competencia económica. Para eso, la eficacia y la eficiencia de la movilidad y la logística son variables críticas.
La movilidad de cargas y la logística son componentes indispensables de cualquier economía, porque afectan a toda la cadena de valor. De ellos depende el almacenamiento, el fraccionamiento y la distribución de materias primas, insumos y productos terminados. Productores y consumidores son vinculados por la circulación de cargas a nivel local, regional y global, de acuerdo con sus respectivas necesidades y demandas.
Pero estas actividades no se dan en abstracto, sino en escenarios concretos. Hoy, la política y la economía global se conducen desde mega ciudades, donde se asienta el poder en ambos sentidos. Cada ciudad, con su propio perfil, compite para diferenciarse y ofrecer buenas condiciones que le permitan atraer inversiones e incrementar su potencial económico y financiero. Para ello, acentúa los rasgos positivos que la distinguen, así como sus ventajas. Entre ellas, la eficacia y la eficiencia de sus sistemas logísticos.
Las mega ciudades son espacios clave para la competitividad. Más allá de dónde se realiza la producción, son los grandes centros comerciales y financieros de los países, así como las puertas de entrada y salida de los flujos respectivos hacia y desde el exterior y de circulación hacia el interior.
Siendo la tercera mega ciudad de América Latina, luego de México y San Pablo, el AMBA es la principal economía regional argentina. En los 2500 kilómetros cuadrados de su mancha urbana, que alberga alrededor del 35% de la población del país, se genera cerca de la mitad del producto bruto interno. Desde el punto de vista de la movilidad y la logística, además, contiene la cabecera de la red vial nacional, la de todas las líneas férreas, los dos principales aeropuertos del país, y un sistema de puertos que va desde Zárate hasta La Plata.
Pero, a la complejidad de sus características geográficas, se suma una mayor: la institucional. En el AMBA conviven el Gobierno Nacional, el de la Provincia de Buenos Aires, el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y 40 municipios bonaerenses, además de una serie de organismos autárquicos y de empresas públicas.
Ese collage hace que, siendo la movilidad de cargas una cuestión fundamental para lograr la competitividad del AMBA, hasta el momento no haya tenido el tratamiento que merece. Tanto por la diversidad de los flujos de bienes y la pluralidad de actores, como por la dispersión institucional, el AMBA presenta un escenario complejo y difícil, donde la ausencia de coordinaciones efectivas y la falta de una mirada estratégica que aglutine al conjunto reclaman un nuevo enfoque.
El problema fundamental que se identifica a nivel regional es la multiplicidad de jurisdicciones, que deriva en la necesidad de unificar normativas y tasas, e incluso, de replantear los criterios de abastecimiento de los distintos centros urbanos. En lo cotidiano, también aparecen otras problemáticas como: la velocidad de circulación, la dificultad en cuanto a la maniobrabilidad, la falta de reserva de espacios de estacionamiento y de pernocte para carga y descarga, la falta de capacidad para operar cargas por parte de las empresas receptoras, problemas para el manejo de cargas indivisibles, falta de respeto de los pocos espacios reservados para carga y descarga y de los horarios respectivos. También la falta de regulaciones homogéneas y de fiscalización de su cumplimiento.
Esto es preocupante, porque lo que sucede con la movilidad de cargas y la logística en el AMBA repercute con fuerza en la economía nacional. Por eso, no sólo se requiere un buen diagnóstico y un tratamiento adecuado para los inconvenientes detectados, sino un dispositivo institucional que permita tanto un diagnóstico fiable como que las acciones que se planteen para que el sistema alcance la eficacia y la eficiencia requeridas se puedan llevar a cabo en tiempo y forma.
Antes de cualquier proposición correspondería problematizar las restricciones clave que condicionan al sistema de movilidad de cargas y de logística en el AMBA, como la sobrecarga del mismo, los inconvenientes para la transferencia modal, la escasez de superficies disponibles para nuevas infraestructuras (y para la ampliación y/o modificación de las existentes) y de espacios donde albergar las actividades de transferencia, estacionamiento, carga y descarga operacional.
Desde el punto de vista operativo, la experiencia internacional nos muestra la eficacia de ciertos instrumentos, como la construcción de un modelo de simulación que contemple el conjunto de variables comprometidas y permita prever qué puede suceder en el conjunto a partir del movimiento de alguna o algunas de ellas. Así, se puede “ver” cuál será el efecto de los cambios previsibles en las variables y, a partir de ellos, cómo se moverá el tablero económico y cuáles van a ser las necesidades de transporte que demande ese movimiento. También se pueden simular distintas acciones sobre el sistema y establecer cuáles han de ser sus posibles efectos.
Pero el problema fundamental no es la falta de un instrumento de ese tipo, sino la de un andamiaje institucional que permita formular y operar con éxito las transformaciones necesarias y suficientes.
Al respecto, en primer lugar es necesario contar con un espacio institucional efectivo del que participen todos los actores que poseen intereses y saberes en juego, ya sean del sector privado, del público, de las ONG o de la academia, donde se identifiquen los problemas y se conciban soluciones. La presencia del Estado es allí imprescindible. Pero también lo es la de las diversas empresas involucradas, tanto las de carga y logística como las dadoras y las receptoras de carga. Porque para conocer las verdaderas debilidades y fortalezas del sistema, hace falta “capilaridad”. Y para ello la visión de las actores es irreemplazable.
Esa es una condición sine qua non para que el AMBA pueda cumplir su rol como metrópolis impulsora del desarrollo nacional en el competitivo mundo contemporáneo. Además, en las circunstancias que atraviesa el país, es imprescindible.