En mi calidad de Presidente de la Fundación Metropolitana, e invitado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina, formando parte de una delegación plural integrada por funcionarios, legisladores, dirigentes de la sociedad civil y directivos de empresas, participé durante el mes de mayo de una visita a Washington, Pittsburgh y Houston para interiorizarnos sobre el negocio de hidrocarburos no convencionales y su proceso de extracción.
Mantuvimos reuniones en el Departamento de Estado, el Ministerio de Energía y la Comisión Federal de Combustibles. Visitamos pozos de explotación de hidrocarburos por estimulación hidráulica y plantas de compresión de gas de dicho origen. Estuvimos en una planta de ensamblado de grandes motores para la industria. Mantuvimos un rico encuentro con un alto catedrático en petróleo de la Universidad de Texas. Visitamos un gran centro petroquímico cercano a Houston sobre el Golfo de México, Freeport, donde además de ver su funcionamiento mantuvimos un encuentro con líderes políticos y sociales de la comunidad. Finalmente, fuimos recibidos por los máximos directivos de Chevron en su sede de Houston.
Luego de una semana de fuerte inmersión en esta actividad, primordial para los actuales niveles de consumo planetario, mi reflexión giró una vez más sobre cuánto el hombre puso a la naturaleza a su servicio, cómo lo ha hecho y cómo lo sigue haciendo.
En nuestra vida urbana no hay momento que no tengamos a la vista un producto de origen petroquímico. Los combustibles fósiles sostienen gran parte de nuestra movilidad y de la matriz energética. Al mismo tiempo el siglo XX puso en marcha una vorágine de consumo que, proyectada al 2050, demandará dos planetas y medio para alimentar dignamente los nueve mil millones que seremos.
En una feroz guerra de capitales se disputan jugosos mercados nacidos de este modelo de desarrollo sin atender que las evidencias de impacto global de la industrialización sobre la tierra son contundentes, y se resumen en un concepto: el cambio climático.
A este paso no llegamos. Debemos perseguir sustentabilidad desde un arco de responsabilidades sociales, económicas y políticas que deberían encausarse en dos andariveles: preservación y desarrollo. La naturaleza pide a gritos equilibrio en el uso de recursos y la humanidad pide, también a gritos, alimentos y calidad de vida. Estas sencillas afirmaciones son complejas a la hora de llevarlas a la práctica.
Es allí donde desde nuestra tarea del planeamiento para la gobernabilidad de La Gran Buenos Aires sostenemos que no es posible la sustentabilidad de la región metropolitana si no contamos con un marco nacional, un proyecto de país, que también sea sustentable. Tenemos qué decir sobre la matriz energética no sólo como consumidores de un área de quince millones de habitantes y con más del cuarenta por ciento del producto industrial, sino además como ciudadanos de una Argentina que pretendamos integrada y equilibradamente desarrollada.
En este punto no dudamos de la importancia de Vaca Muerta en Neuquén, cuenca hidrocarburífera de explotación por estimulación hidráulica de excepcional magnitud, que desató grandes expectativas e instaló fuerte debate sobre seguridad ambiental y las condiciones de su aporte al desarrollo como una enorme oportunidad.
A pesar de no ser un tema de incumbencia directa de nuestra organización, queremos destacar que en el debate argentino debemos incorporar, como mínimo, todos los componentes que la discusión tiene en Estados Unidos, donde el tema no es pacífico. Que además será bueno, como mínimo, operar con los mismos niveles de seguridad ambiental que ellos usan a partir de tecnología de última generación para controles de proceso. Que es conveniente tomar debida nota de las evaluaciones geológicas ocurridas en el mundo y menciono sólo a modo de ejemplo Polonia y Monterrey, California. Que será bueno tener considerar el comportamiento de relaciones de mercado como el nivel de precios de petróleo y gas que en los últimos años dieron competitividad al shale oil y al shale gas.
Finalmente, la matriz energética -deseable y posible- y las condiciones relativas de Argentina en la región, son marco imprescindible para planificar desarrollo con sustentabilidad social y ambiental.