POR CARLOS COLOMBO, SUBSECRETARIO DE PLANEAMIENTO DEL MINISTERIO DE DESARROLLO URBANO Y TRANSPORTE GCBA – Con la presentación ante la Legislatura del proyecto del nuevo Código Urbanístico, culminamos una etapa de casi dos años en la que trabajamos enfocados en el objetivo de crear una herramienta normativa que nos permita seguir diseñando y construyendo una ciudad más previsible, disfrutable, sustentable, equitativa, integrada y pensada a escala humana.
¿Por qué es tan importante el Código Urbanístico? Porque es la ley que define donde, cuánto y con qué criterios se puede construir en cada parcela de Buenos Aires. Ordena el tejido urbano, fija las alturas máximas de los edificios, indica el uso que se le puede dar a cada construcción y protege los sitios históricos. En definitiva, es el conjunto de normas que determina cómo será la ciudad en la que queremos vivir.
El código vigente data de 1977 y responde a un tipo de ciudad anticuado, que tiene un centro preponderante que obliga a los vecinos a viajar mucho tiempo para ir de su casa al trabajo, que prioriza el uso del automóvil para desplazarse, que plantea la zonificación como modelo y que no incluye criterios actuales y muy importantes, como la sustentabilidad y la integración urbano-social. Además, la normativa actual no es accesible ni transparente para el vecino.
Por eso nos planteamos como primer objetivo que el nuevo código sea previsible y transparente, de forma que cualquier vecino pueda comprender qué y cómo se puede construir. Por eso, dejarán de existir parámetros complicados como el FOT y FOS, que serán reemplazados con planos límite que permitirán construir un tejido urbano previsible para todos sus habitantes.
Otra de las premisas del proyecto apunta a homogeneizar el tejido urbano y fijar las alturas máximas de los barrios de acuerdo a las edificaciones preexistentes. Así, no solo lograremos armonizar el paisaje, sino que también estaremos respetando el deseo de los porteños de reservar las identidades de cada uno de sus barrios. Buenos Aires seguirá siendo una ciudad baja: el 70% de las construcciones estará bajo la línea de los 16 metros. Mientras que el código actual contiene 27 alturas posibles, en el nuevo habrá 6 alturas fijas. Solo se permitirán edificios de 38 metros (13 pisos) en las principales arterias, como la avenida Libertador y la avenida 9 de Julio.
Con esta normativa también buscamos que la ciudad se desarrolle más descentralizada, generando múltiples centros. Por eso, el proyecto fomenta la mixtura de usos, para que la gente pueda vivir, trabajar, entretenerse y educarse en un mismo barrio, favoreciendo la diversificación de comercios y servicios.
Un tema fundamental que aborda el nuevo código es el resguardo del patrimonio histórico de la ciudad, otro importante pedido de los porteños. El proyecto mantiene las 53 Áreas de Protección Histórica, promoviendo su mejoramiento y puesta en valor a través de herramientas que permitan restaurarlos y rehabilitarlos, dándoles viabilidad económica. Queremos edificios históricos que se vivan, se disfruten y se aprecien porque entendemos el cuidado de nuestra rica historia como un legado para las próximas generaciones.
Continuando con las políticas de integración iniciadas en la Ciudad, el nuevo código incorpora a las villas y asentamientos como parte de la Ciudad, siendo objetos de derechos y obligaciones.
La necesidad de más espacios verdes es otro aspecto que, aunque el nuevo código regula la construcción, fue tomado para incorporar una fuerte promoción de la armonía entre los espacios públicos y los privados.
Por último, buscamos una Buenos Aires que priorice al peatón por sobre el auto y al transporte público como primera opción para movilizarse a través de áreas peatonales rodeadas por corredores de servicios e infraestructura.
Todas estas propuestas son el resultado de un proceso que comenzó en 2008, momento en el cual la Ciudad inició una etapa crucial con la aprobación del Plan Urbano Ambiental, que estableció los lineamientos para el desarrollo de Buenos Aires y marcó el punto de partida para la reforma del código. En 2016 dimos el puntapié inicial al proceso participativo que incluyó más de 100 encuentros con vecinos, entidades profesionales y organizaciones no gubernamentales, de los que participaron más de 5000 personas y en el que recibimos 700 propuestas.
Finalmente, luego de 11 versiones, llegamos a un proyecto de ley que refleja este amplio consenso. Estamos convencidos que logramos reflejar las necesidades de la ciudad, preparándola para el porvenir, fortaleciendo el papel del Estado en la gestión urbana, apostando a una regulación del espacio privado a partir de criterios definidos desde el espacio público.